Se trata de una de las pinturas de Cristo crucificado, más nobles de la historia, está reconocida como obra maestra de la anatomía masculina y ha sido inspiración de obras literarias y pictóricas.
La obra muestra el cuerpo desnudo de Jesús, presumiblemente ya muerto, por la inclinación de la cabeza, la tensión de los brazos y la palidez de la piel. La postura es especialmente suave, el cuerpo está compuesto con las proporciones más bellas del momento, aprendidas de su maestro Francisco Pacheco.