Pintado en 1954, se trata de un
remake en respuesta al
cuadro el propio Dalí había pintado hace más de 20 años.
Esta vez el desierto está lleno de agua y el mundo aparece dividido entre lo que esta sobre y bajo la superficie. Lo que antes era una masa sólida ahora aparece fragmentada en bloques alineados. Según los expertos la simbología de la obra incluye alusiones a la mecánica cuántica, la autodestrucción de la raza humana y la bomba atómica.